#Democracia_Boba


El olvido es uno de los males sociales más perversos que no nos permite aprender de nuestra propia historia. Es decir, nos quita lo valioso que es mirarnos, recordar y reencaminar senderos en función de las huellas de los errores. El olvido es pues la antítesis del fortalecimiento de la convivencia pacífica y respetuosa con los demás, nos vuelve cíclicos en el error.
Fue para mí impresionante estar en el “United States Holocaust Memorial Museum” en Washington. Viví unas cuatro horas que sin duda marcaron profundamente mis emociones al comprender lo ilimitado de la vileza humana. Entender hasta que punto una ideología podía destruir el contrapeso de la racionalidad. Y eso no es gratuito, es una intencionada política de mantener el recuerdo de aquello que significó muerte y destrucción.
El olvido desde una perspectiva psicoanalítica sabe desplazar recuerdos ingratos o traumáticos. Y mucho de ello se siente en nuestras calles. Andamos hastiados del conflicto, no recordamos entonces con profundidad nuestros errores, somos culturalmente complacientes y pensamos crear siempre la nueva historia que no es más que el ciclo repetitivo de lo que no recordamos.
Han pasado 25 años y sólo hoy hay algunas ceremonias de nuestra clase política que intentan revalorar a nuestros héroes de la pacificación. Pero fueron 25 años de esconder el pasado, tal vez por no saber cómo enfrentarlo. El esfuerzo de la Comisión de la Verdad, lejos de unir una interpretación generó más división, y la grave consecuencia de ello es que la nueva generación de jóvenes no conoce el dramatismo de haber vivido cotidianamente con el terror. De saber cada día que los asesinatos se extendían y que se puso en el límite nuestra capacidad de ser viables como país.
Mas de 12,000 personas asesinadas o desaparecidas, aunque algunos especialistas hablan de más de 30,000, donde cuentan ancianos, niños y miembros de comunidades religiosas.
Millones de dólares de pérdidas de infraestructura que nos hicieron retroceder años de posibilidad económica.
Tampoco recordamos que la inequidad y el abandono del estado fueron parte del descuido que no debemos volver a cometer. La clase política no puede volver nuestra democracia en un sistema bobo que no es capaz de mirar atrás, reflexionar, tener consensos contra toda semilla de terrorismo y caminar hacia adelante sabiendo que triunfamos.
El Perú triunfo, pero quedaron hogares destruidos, quedo sangre en nuestras calles, quedo temor y quedo una clase política que no aprende.
Por un Perú justo, equitativo y solidario
JORGE MÁRQUEZ CHAHU

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