La buena voluntad de un "dios" caótico
“Dios se los llevo” dice el
titular de un periódico limeño, tomando las palabras de Edgar García Albornoz,
director del centro de rehabilitación “Cristo es Amor” y según las primeras
informaciones, un hombre liberado de las drogas por su fe en Cristo, pero que
construyó un “dios caótico” en su mente, que le guió a ser cómplice de una gran tragedia que borró la vida a 28 personas.
Era un centro terapéutico en San
Juan de Lurigancho, sin psicólogos, ni terapeutas especializados, con orden de
clausura desde el año 2009. Sus instalaciones eran para diez personas pero
albergaba cincuenta en situación infrahumana, según han relatado los
sobrevivientes.
Era un lugar creado con muy buena
voluntad que se mantenía irresponsablemente con la visión de un iluminado que
pretendió salvar al mundo rompiendo todas las reglas que el mundo tiene.
Es cierto que el tratamiento de
drogadictos es imperante en un país que según CEDRO tiene un millón y medio de
drogodependientes y el 10%
de sus jóvenes consumen drogas ilícitas, porcentaje que ha crecido
rápidamente en un 19% entre los estudiantes escolares. Realidad terrible frente
a la poca eficacia preventiva del Estado. Por lo que la acción de
organizaciones privadas es importante y la iglesia evangélica como actor social
relevante no podría dar las espaldas a este flagelo. Sin embargo, no ha
creado los canales adecuados para servir a la comunidad y existen programas y
ministerios, la gran mayoría sin conocimiento profesional de cómo afrontar esta
realidad y sin la supervisión de los pastores de las iglesias a las que
asisten.
A esto hay que sumarle la
concepción de un “dios” desordenado y caótico que trata de responder a las
necesidades del prójimo sólo con la buena voluntad, aunque en muchos casos son
en realidad intereses propios de personas que tratan de vivir de la fe y de la
necesidad de otros.
El Concilio
Nacional Evangélico aclaró que no tenía vínculo con el Centro, pero no
existe aún declaración de UNICEP, CONPPE o denominaciones importantes como la
Alianza Cristiana. Lo cierto que esta tragedia nos lleva a reflexionar sobre los
caminos aun no claros entre la vida eclesial y la realidad social que vivimos.
Sobre este caso específico, sería
muy útil que cada representación evangélica tuviera registros de los Centros de
Rehabilitación adheridos a ellos o a las iglesias que representan. La transparencia
de información y el control institucional son importantes para darle a la
sociedad muestra de un testimonio real visto en la calidad del servicio
prestado, más aun tratándose de vidas humanas.
Si nuestras representaciones no
hacen un esfuerzo de controlar lo que llamamos “evangélico” o “cristiano”
pronto tendremos a un Estado que no le quedará más que ingresar a nuestras
iglesias para controlar que nadie afecte los derechos ciudadanos.
Por un Perú digno, justo y solidario
JORGE MARQUEZ CHAHU
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