Yo no quiero un Estado Laico (II)




Recuerdo con mucho cariño una tía que preparaba un estupendo “pie de manzana”. Ese dulce si que era una exquisitez y por supuesto la familia quería conocer el secreto. Ella siempre recordaba que lo fundamental era saber cuáles eran los ingredientes exactos y hacer la combinación apropiada.

Veo después de caminar casi toda mi vida por el mundo evangélico que aun no tenemos claridad sobre cómo construir una Sociedad y Estado que promuevan una mayor dignidad humana y social desde nuestra perspectiva cristiana evangélica. Ese Estado entendido como aquella organización de poder cuyas características surgen de la presión de los grupos sociales y políticos más relevantes y cuyas políticas regulan la vida nacional. Me permito por ello dar algunas propuestas y explicar un rumbo que conceptualizo como “Estado Cristiano”.

¿Cómo entender un Estado Cristiano?
Al escribir sobre este tema algunos pensaban que me estaba refiriendo a la sencilla receta de colocar un Pastor o sacerdote de Presidente del país. Déjenme decirles que después de mi experiencia con Restauración Nacional, quede sanado de tal aspiración. No estamos preparados para ello y sería un peligro para la propia iglesia. Otros pensaban que me refería a establecer un Estado, al estilo musulmán, con toda la intransigencia e intolerancia posible a otros modos de pensar, lo cual tampoco es correcto.

¿De qué entonces estoy hablando? De un Estado que tiene en su construcción de políticas públicas una profunda inspiración de principios cristianos. Un Estado que respeta la vida y el fortalecimiento de la familia, uno que sea intolerante con la corrupción, uno que se preocupe de resolver los problemas básicos del ciudadano, uno que vele por el fortalecimiento de las organizaciones cristianas que son al final la voz moral de un pueblo mayoritariamente cristiano. Esto sin duda no sería un Estado “neutro” como ahora proponen el CONEP (Concilio Nacional Evangélico) y UNICEP (Unión Nacional de Iglesias Evangélicas).

¿Vivimos hoy en un Estado así?
Por supuesto que no.

¿Por qué no hemos sido capaces aún de influenciar en nuestra Sociedad y en el Estado?
Básicamente por lo siguiente:

1. Nuestra frágil y escasa representatividad.
No tenemos representaciones cristianas evangélicas de llegada nacional, con permanente participación en la opinión pública y con una agenda mínima que aceptemos todos los creyentes.
Existen cuatro segmentos diferenciados que muestran la Comunidad Evangélica. Uno representado por el CONEP y otro más nuevo por UNICEP. El primero con más historia y participación sobretodo en el tiempo cruel de violencia política del país. La segunda mas novel pero que reposa sobretodo en el esfuerzo del Ps. Barriger y su iglesia “Camino de Vida”. Quedando dos segmentos mayoritarios de la comunidad evangélica que no están articuladas. Por un lado las iglesias libres, que suman cientos y la Alianza Cristiana con sus iglesias asociadas que ha tomado la decisión de generar un espacio propio.

Es claro entonces que debemos fortalecer las representaciones y darles un ámbito nacional. Aunque las dos se denominan nacionales no se conocen sedes al interior del país y existen poblados conformados mayoritariamente por evangélicos que ni siquiera saben que existen representaciones. Por otro lado tampoco tienen convocatorias abiertas de participación lo cual las haría más representativas.


2. Falta de pronunciamiento público sobre los grandes problemas nacionales.
Es público y notorio que en muchos temas en que los evangélicos estaríamos dispuestos a pronunciarnos, muy poco hemos escuchado a las representaciones evangélicas, mas bien si a las organizaciones católicas, que en muchos temas se vuelven referentes a seguir.

3. Falta de interés en la participación ciudadana.
No se promueve la participación ciudadana de los miembros de las iglesias evangélicas, lo que nos brindaría tener mas agentes de opinión en espacios estatales de acuerdo a una agenda que debemos construir. Por ello muchos pastores creen que deben ser los interlocutores con el Estado cuando debemos formar creyentes entendidos de cómo realizar esa relación. La participación en el Presupuesto Participativo local es un buen inicio.

4. No se promueve la participación política de creyentes con capacidad de liderazgo. Y aquí marco una distancia con crear partidos confesionales. Creo que lo más sano es incentivar a los creyentes a que ingresen a los partidos políticos existentes. Pero al mismo tiempo cuidarlos por el difícil entorno en el cual se desenvuelven.

5. No existe una pastoral y cuidado específico de parte de las iglesias sobre los miembros que vienen desempeñando funciones en el Estado, muchos de ellos con decisiones que afectan miles de peruanos y que afrontan pesadas cargas de trabajo por lo cual pueden dejar de asistir a las iglesias.

6. Muy pocas iglesias evangélicas practican el apoyo social, alejándose del conocido asistencialismo, para promover acciones de desarrollo comunitario, lo cual nos permitiría tener una mayor validez de opinión en los temas nacionales.

Estos son algunos ingredientes que propongo trabajar. Si tienes otros es buena hora para opinar.

Continuaré...

Por un Perú Digno
Jorge Márquez Chahú

Comentarios

Entradas populares