Transporte Público: La historia de una crisis o la crisis de una historia
Por: Jorge Márquez Chahú
Mientras en 1946 algunos senadores presentaban proyectos de ley para prohibir el ingreso de los provincianos, especialmente de la sierra a Lima, las calles iban siendo tomadas lenta pero crecientemente al igual que las plazas públicas. El proceso migratorio iba transformando la ciudad y con ello su transporte. Los omnibuses estaban en boga aunque su estado era calamitoso, ya en la revisión técnica de 1955 se declaró el 78.5% inapto para el servicio. Surgieron los colectivos, que daban una mayor comodidad y rapidez frente a los buses, y con ello se iba gestando la fiereza de la competencia en cada esquina que se volvía paradero a fuerza de la costumbre y necesidad. La informalidad del transporte nació con los omnibuses y gestó un espacio para acoger al desempleado, el coyuntural por el mercado y el migrante recién llegado a la capital en busca de mejores ingresos. El Estado sólo reaccionaba cuando la crisis topaba sus narices. Y en el tema del transporte, el gobierno local y el central siempre se miraron con tensión para ver quien asumía el problema. En 1955 el que fuera tres veces alcalde de Lima Don Luis Gallo Porras frente a la falta de renovación del parque automotor, se preguntaba “¿Dónde está la Dirección General de Tránsito? La cosa no está en confirmar lo que ya todo el mundo sabe, ni tampoco dar plazo para el retiro de los vehículos, puesto que si los retirasen la gente no tendrá en que viajar. La cuestión está en dar una solución económica, un financiamiento para la renovación total de los ómnibus que circulan en Lima”. Fue en 1955 y pareciera que dichas declaraciones aun gozan de terrible vigencia. Luego llegaron los microbuses con un ingreso auspicioso porque en algo iban solucionando la necesidad de satisfacer una demanda creciente, sobretodo de los nacientes conos de la ciudad. Pero a la complejidad informal de la calle se añadió la corrupción de funcionarios que permitieron la multiplicidad de rutas sin planeamiento técnico. En la década de los noventa un nuevo actor ingresa a la escena denominado la “Combi”, posteriormente calificada de asesina, por la gran cantidad de accidentes que le atribuyeron. La política de Fujimori permitió el ingreso de miles de autos y combis usadas al transporte público. La combi tuvo tal impacto social que vistió nuestro carácter con su nombre “cultura combi”. Lima es una combi, que con su música chicha, no respeta formalidades, se burla del Estado pero satisface necesidades. La crisis del transporte no es reciente, es tan permanente que hasta la palabra crisis pierde sentido. Hoy enfrentamos el tema de las revisiones técnicas, como si el medio fuera la solución. Hasta le fecha la empresa nos informa lo mismo que ya sabíamos, que gran parte de la flota esta no apta para el transporte público. Pero no basta, como dijo Don Luis Gallo el año 55, retirar los vehículos, el problema es complejo y requiere formar una Comisión de Trabajo del Gobierno Central y de la Municipalidad para enfrentar este momento. El impacto social debe ser pensado y mediatizado por políticas claras y alternativas. Por primera vez la Municipalidad de Lima esta invirtiendo un dinero importante para la modificación de la infraestructura vial tan menoscabada para el tránsito. Sus emisiones de bonos han dado la liquidez necesaria para ello y se debe reconocer la creatividad del manejo financiero para llegar a este punto. El Gobierno ha tenido un gesto emblemático al otorgar 97 millones de soles para mejorar pistas específicas por la reunión del APEC, pero resultan en suma exiguos para afrontar la totalidad del problema. Quedan así varios puntos por resolver entre ellos el reordenamiento de las rutas, el control del parque automotor, la antigüedad máxima de los vehículos y otros. Por ello creo que éste es un momento para cambiar la historia, si juntamos esfuerzos, la crisis bien podríamos tornarla en modernidad. El Congreso tiene la última palabra y no se trata de quitar competencias a los municipios que son el eje de la descentralización, se debe más bien fortalecerlos a fin de que asuman eficazmente sus competencias. El problema no nació con LIDERCON, el problema siempre existió.
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